domingo, 13 de octubre de 2013

Siempre huí del amor de los hombres. Huí de los "posibles". Huí de los problemas. Huí de todo. Siempre me sentí poca cosa, una persona sin valor y por eso siempre me negué a sentir. Siempre sentí que mi existencia era insignificante y que debía pagar por respirar. Gran parte de mi vida ha sido desperdiciada por sentirme inferior, por sentirme un mojón feo y hediondo. Todo me da miedo. Siempre pensé que no merecía amar. Que nadie tenía que llevar el peso de esta alma, de este cuerpo inerte ante la vida. Pero hoy, por primera vez necesito de alguien anexo, que me levante. Que me ayude a encontrar el sentido. Que me ayude a amarme. Que me abrace, que me bese. Ser visible para alguien que no sea mi familia y lograr desintoxicarlos a ellos también. Es fuerte pensar distinto a la masa, porque al fin y al cabo, terminas uniendoteles. Di asco, doy asco y seguiré dando asco hasta el fin de mis días. No valgo. Y mi mente enferma no sanará jamás. Porque soy una perdedora, la más perdedora del mundo entero. Y nadie merece una mujer como yo.

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