Estación Bellas Artes, a las cuatro y media de la tarde. El vagón estaba repleto. Entre tanta gente que subía, los empujones y mi celular que sonaba y sonaba, mis nervios comenzaron a colapsar y no podía respirar.
Tratando de bajar entre codazos y pisotones, choqué con un hombre de tez blanca, barba desgarbada, chaqueta de cuero y un lunar en su mejilla izquierda. Si, eras tu... mi ídolo de siempre, mi sueño de tantas noches de soledad. Me tomaste entre tus brazos y sonriendo me pides disculpas. Yo, entre tartamudeos, me excuso por cruzarme en tu camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario