Hoy conocí a un árbitro. Reímos coquetamente.
Hablamos de fútbol. Reímos.
Nos dimos cuenta que nacimos el mismo día, el mismo año. Reímos.
Le pregunté como soportaba tanto garabato junto en un partido. Rió.
Repondió. Reímos.
Le pregunté porqué eligió ser árbitro. Rió.
Respondió que le gustaba ser el centro de atención del partido. Rió.
Le respondí que el centro de atención debían ser los equipos y los jugadores. Nos miramos seriamente.
Nos dimos cuenta que ambos eramos del mismo signo., que eramos escorpiones. Nos miramos seriamente.
'Ojalá no nos dirijas nunca', le dije. Lo miré seriamente.
No creo que lo vuelva a ver.
Hablamos de fútbol. Reímos.
Nos dimos cuenta que nacimos el mismo día, el mismo año. Reímos.
Le pregunté como soportaba tanto garabato junto en un partido. Rió.
Repondió. Reímos.
Le pregunté porqué eligió ser árbitro. Rió.
Respondió que le gustaba ser el centro de atención del partido. Rió.
Le respondí que el centro de atención debían ser los equipos y los jugadores. Nos miramos seriamente.
Nos dimos cuenta que ambos eramos del mismo signo., que eramos escorpiones. Nos miramos seriamente.
'Ojalá no nos dirijas nunca', le dije. Lo miré seriamente.
No creo que lo vuelva a ver.